El Papa Francisco nos invita a dedicar este domingo 26 de enero a celebrar el regalo de la Palabra de Dios.
Claudia Morales Cueto
Seguramente tienes una o varias Biblias en tu casa. Aunque santa Teresa amaba la Sagrada Escritura, nunca pudo tener acceso a una Biblia, pues en el siglo XVI solo se publicaba en latín, que ella no hablaba, y el acceso estaba reservado a los letrados (teólogos) y sacerdotes. La primera traducción completa de al español, conocida como la Biblia de Ferrara, se hizo hasta 1553, pero la Inquisición la puso en la lista de libros prohibidos, para que no cayera en manos de gente “simple y sin letras”. La situación cambió por completo en el siglo XX, pues a partir del Concilio Vaticano II se tomaron acciones para traducir y difundir la Palabra de Dios a toda la Iglesia.
En el siglo IV d.C., Jerónimo de Estridón, hoy conocido como san Jerónimo, fue el primero en emprender la enorme tarea de traducir los escritos bíblicos del griego y el hebreo al latín. El pasado 30 de septiembre, en el aniversario 1600 de su muerte, el Papa Francisco instituyó el Domingo de la Palabra de Dios, para celebrarse en el 3er domingo de tiempo ordinario, que en este año es el 26 de enero. La invitación del Papa es celebrar que la Palabra de Dios nos une, nos da identidad y sentido, nos renueva y nos pone en actitud de receptividad, apertura y escucha.
La relación entre el Resucitado, la comunidad de creyentes y la Sagrada Escritura es intensamente vital para nuestra identidad. Si el Señor no nos introduce es imposible comprender en profundidad la Sagrada Escritura, pero lo contrario también es cierto: sin la Sagrada Escritura, los acontecimientos de la misión de Jesús y de su Iglesia en el mundo permanecen indescifrables. San Jerónimo escribió con verdad: «La ignorancia de las Escrituras es ignorancia de Cristo» (In Is., Prólogo: PL 24,17).
-Papa Francisco, APERUIT ILLIS, 30 de septiembre, 2019.
Teresa, una mujer receptiva a la escucha
Teresa era una mujer con grandes deseos de conocer a Dios, de aprender. Amaba los libros y dice que si no tenía libro nuevo no tenía contento (V2,1). Nunca pudo tener acceso a una Biblia, pero en sus obras tiene más de 600 citas bíblicas, ¿cómo lo hizo? Motivada por el deseo de escuchar y conocer la Palabra, ella encuentra formas alternativas para conocer la Sagrada Escritura, las que estaban al alcance del común de los cristianos de su época: escuchar los sermones, rezar con la liturgia de las horas, leer libros espirituales, leer las vidas de santos… Tiene una gran motivación interna para saber más de Jesús, grandes deseos de escucharlo y con los medios que tiene a su alcance va armando en su corazón toda una biblioteca de narraciones, escenas y frases que después trae a la memoria, tanto en su oración como cuando escribe sus libros. La lectura que santa Teresa hace de la Biblia es vivencial, es decir, observa las actitudes de los personajes de la Escritura y reflexiona sobre ellas, sobre sus decisiones y acciones, que luego ella aplica a su vida, vocación y misión. Así, santa Teresa se emociona con los cantos del Rey David, pide agua como la Samaritana, se alegra de saber que Dios siempre nos invita a la conversión como a san Pablo, desea ser Marta para hospedar al Señor, y también María para sentarse sus pies. Los personajes bíblicos nos ayudan a acercarnos más a Dios, pues ellos tuvieron problemas parecidos a los nuestros, pero le hicieron a Dios un espacio en su vida. Al leer las narraciones del Evangelio, vemos que Jesús sana a los enfermos y da de comer a los hambrientos, pero también va transformando interiormente a todos los que entran en contacto con Él: sana del miedo, de la tristeza, la envidia o el enojo. Jesús toca el corazón y lo abre al amor y la esperanza.
La invitación de Teresa: entrar dentro de sí
Dios nos habla a través de la Escritura, pero como en todo diálogo, es necesaria la escucha y la respuesta. La oración es ese momento de trato de amistad con Dios, nos explica santa Teresa. Pero requiere entrar dentro de nosotros mismos, lo que muchas veces nos cuesta trabajo porque estamos habituados a la dispersión, a estar distraídos. En su libro Camino de Perfección, Teresa escribe: “Siempre yo he sido aficionada y me han recogido más las palabras del Evangelio que los libros muy concertados” (C21.4).
Te invito a que, como santa Teresa, vayas haciendo una colección de pasajes bíblicos en tu corazón, a la que puedas acceder en diferentes momentos de tu vida. Para eso es importante que cuando leas la Biblia no lo hagas con prisa, como cuando lees un anuncio, por ejemplo. Lee el pasaje con atención y luego medita lo que te dice, cómo se relaciona contigo. Observa la situación, los sentimientos, las acciones de quienes intervienen en ese pasaje. Después llévalo a tu corazón y entra en diálogo con Dios. La oración es una conversación entre amigos, no necesitas palabras muy rebuscadas ni fórmulas, sino hablar con tus propias palabras y, sobre todo, hacer un silencio receptivo para escuchar lo que Dios quiere decirte. Míralo, contémplalo, trata de escuchar su respuesta. Antes de terminar, ilumina tu vida con lo que hayas aprendido, comprométete a vivir como un amigo fuerte de Dios.
Bibliografía:
Álvarez, T. (ed). Santa Teresa, obras completas. Editorial Monte Carmelo (13ª ed). Burgos, 2004.
Álvarez, T. (dir). Diccionario de santa Teresa. Editorial Monte Carmelo. Burgos, 2000.