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El próximo 27 de septiembre se cumplen 50 años de que Teresa de Jesús fue nombrada doctora de la Iglesia, un título que reconoce la sabiduría de sus enseñanzas.

-Claudia Morales Cueto

Cuando santa Teresa viajó para realizar una de sus últimas fundaciones, en un pueblo por el camino fue recibida con aclamaciones que la vitoreaban como santa. La acompañaba Ana de San Bartolomé, quien en los últimos años de su vida fue su enfermera y secretaria. Teresa, risueña, se volteó hacia ella y le dijo: «Ana, Ana, tú eres la santa y yo tengo la fama».

En los últimos años de su vida, ya corría la fama de santa de Teresa de Jesús. Ella lo tomaba con sencillez y humor. Las dificultades habían templado su carácter de forma admirable, con gran confianza en Dios. Ella tenía ya gran experiencia de que las opiniones y juicios de los seres humanos son cambiantes.

Mira el video de la clase

El reconocimiento de su santidad

Santa Teresa fue canonizada a los 39 años de su muerte. Desde que estaba viva se reconocía su sabiduría y magisterio. En la bula de canonización, el 12 de marzo de 1622, el Papa Gregorio XV expresaba:

“La enriqueció con espíritu de inteligencia, para que no sólo dejase ejemplos de buenas obras en la Iglesia de Dios, sino también para que la alumbrase con su celestial espíritu de sabiduría, mediante libros de mística teología y otros tratados llenos de piedad, de los que reciben los fieles frutos ubérrimos y con los que son movidos diariamente al deseo de la felicidad eterna”.

Dentro de la Basílica de San Pedro, en el Vaticano, inclusive hay una escultura de santa Teresa con la leyenda: «Madre de espirituales y maestra de oración». Pero el hecho de ser mujer impedía que fuera reconocida como doctora de la Iglesia.

Las buenas obras

Dentro de sus buenas obras está la fundación de la Orden de los Carmelitas Descalzos, que nació primeramente como la reforma de la Orden del Carmen. Santa Teresa amaba a la Iglesia y quería servirla dentro de su propia realidad, como monja y mujer, por lo que, como lo cuenta en Camino de Perfección, frente a los avances de la reforma protestante, ella se compromete a vivir de acuerdo al Evangelio con toda la perfección que pudiera, y funda un primer convento, San José de Ávila, como un castillo de oración para orar por la Iglesia y vivir en una comunidad en torno a Cristo. Este estilo de vida se fue multiplicando a lo largo de su vida, en los 17 conventos de monjas y 2 de frailes fundados por ella.

Libros de mística teología

Teresa fue una escritora muy prolífica, y aunque a veces con franqueza expresa que se siente limitada para comunicar su experiencia de Dios, logra vencer las dificultades para expresar este misterio inefable. Sus obras más importantes son:

  • El libro de su Vida, una autobiografía en la que nos narra cómo Dios la fue transformando y fue descubriendo su vocación de fundadora;
  • El Camino de perfección, en el que enseña a sus monjas las virtudes necesarias para vivir en comunidad y adentrarse en la oración contemplativa;
  • El libro de Las moradas del castillo interior, en el que invita a adentrarse en la experiencia de oración y narra sus experiencias místicas cumbre, como el matrimonio espiritual;
  • El libro de las Fundaciones, que escribe para hacer memoria de cada una de las fundaciones que realizó, con el fin de animar a quienes continúen su obra, «los que están por venir».
  • Comunica también su doctrina y experiencias en otros escritos más breves, como las Meditaciones de los cantares, las Exclamaciones, sus Cuentas de Conciencia, cartas y poesías.

El deseo de felicidad eterna

Desde niña santa Teresa tiene grandes deseos de trascendencia, de una vida con sentido. Nos narra en el libro de la Vida que cuando jugaba con su hermano Rodrigo, muchas veces pensaban en lo pasajero de las cosas:

«Espantábanos mucho el decir que pena y gloria era para siempre, en lo que leíamos. Acaecíanos estar muchos ratos tratando de esto y gustábamos de decir muchas veces: ¡para siempre, siempre, siempre!» (V1,4).

Su deseo de alcanzar el cielo la hizo conocer la misericordia de Dios en la oración, por lo que se fue transformando en una persona más humana, más auténtica, más humilde y compasiva.

El obstáculo de ser mujer

Para que un santo sea reconocido como doctor de la Iglesia, debe cumplir con tres requisitos:

  1. Santidad;
  2. Doctrina provechosa;
  3. Aprobación de la Iglesia.

Como vemos, ya en la bula de canonización se reconocía que cumplía con ellos. Pero había un obstáculo importante: era mujer y eso impedía que fuera nombrada doctora de la Iglesia. En 1801,  el franciscano Fray Pantaleón García (1757-1827) publicó un sermonario en el que de muchas maneras destacaba la sabiduría de santa Teresa, por ejemplo:

«Luces singulares en sus conocimientos, santas en sus operaciones, multiplicadas por sus efectos, ofrecen a Teresa un Doctor en la vida mística y espiritual, que reunió en sí las luces de los demás Doctores, sin la fatiga del estudio, y frecuencia de las aulas […] Para adquirir las luces de la mística Teológica, abrid los libros de Teresa, porque está ciencia interior del alma tiene por autor a Jesuchristo […] Teresa ha enriquecido a la Iglesia con luces nuevas… Ha enseñado lo que los demás Doctores, y lo que ninguno; o a lo menos con más esplendor, con más tino, con más claridad de todos» (Tomo II, Sermón XI, pp. 343-344).

San Enrique de Ossó

A finales del siglo XIX, san Enrique de Ossó encabezó nuevamente una petición para otorgar el doctorado a santa Teresa, en la conmemoración del tercer centenario de su muerte. En la revista Teresa de Jesús, san Enrique escribe toda una serie de artículos sobre este tema. También manda a hacer imágenes con Teresa vestida como doctora, como la que regala al monasterio de Alba de Tormes o manda a la fundación en Puebla, México, del primer colegio de la Compañía de Santa Teresa de Jesús. Sin embargo, este intento tampoco prosperó.

Un nuevo intento

En 1922, a los 300 años de su canonización, se vuelve a solicitar que sea nombrada doctora de la Iglesia. Aunque los expertos de la Comisión Bíblica responden que no existe obstáculo para ello, el papa Pío XI, quien la había calificado de «sapientísima», y «maestra de altísima contemplación», vuelve a decir: «obstat sexus»: su sexo lo impide.

Teresa, doctora por la Universidad de Salamanca

Ese mismo año, los catedráticos de la Universidad de Salamanca decidieron laurear a Teresa como maestra y doctora mística de la Iglesia. En una ceremonia pública le colocaron un birrete y las demás insignias doctorales. Esta ceremonia se repitió posteriormente, en presencia de los reyes, el 6 de octubre de 1922, en el paraninfo de la Universidad.

La raíz del problema

El obstáculo estaba fundado en dos citas de san Pablo:

“Como en las demás comunidades cristianas, que las mujeres guarden silencio en las asambleas; no les está, pues, permitido hablar…” 1Cor 14, 34

“No consiento que la mujer enseñe o domine al marido, sino debe comportarse con discreción”. 1Tm2, 12

Años después, en la segunda mitad del siglo XX, cuando una nueva comisión bíblica revisa el caso de santa Teresa, concluye que estas citas tienen carácter disciplinar para las comunidades a las que se escribieron las cartas, pero no tienen carácter dogmático.

La mujer en la Iglesia

Es curioso que santa Teresa que con inteligencia, agudeza y sentido del humor defendió el papel de la mujer en la Iglesia en el siglo XVI, seguía enfrentando la misoginía más de tres siglos después de muerta. En vida era cuestionada por salir a fundar y por escribir. En una cuenta de conciencia escribe al respecto:

«Parecíame a mí que, pues san Pablo dice del encerramiento de las mujeres -que me han dicho poco ha y aún antes lo había oído que esta sería voluntad de Dios-, dijome: Diles que no se sigan por una parte de la Escritura, que miren otras, y que si podrán por ventura atarme las manos» (CC18, Medina del Campo o Ávila, julio de 1571).

1967: Teresa, doctora de la Iglesia

En la letra apostólica Multiformis Sapientia Dei, el 27 de septiembre de 1967, el Papa Paulo VI proclamó:

“Así pues, con seguro conocimiento y después de madura deliberación, en plenitud de la potestad apostólica, declaramos a santa Teresa de Jesús, virgen abulense, Doctora de la Iglesia Universal”.

En la homilía impartida ese mismo día, expresó con humildad que no se confería el doctorado a santa Teresa, sino se reconocía el valor doctoral de sus enseñanzas:

  • “Acabamos de conferir, o mejor dicho, hemos reconocido el título de Doctora de la Iglesia a santa Teresa de Jesús”.
  • En la Iglesia se la ha escuchado como “madre” y “maestra”.
  • Su mensaje resplandece “con los carismas de la verdad, de la conformidad de la fe católica, de la utilidad para la erudición de las almas”.
  • “A distancia de cuatro siglos, santa Teresa de Ávila sigue marcando las huellas de su misión espiritual”.

Las academias celestiales

En el libro Reforma de los Descalços, publicado en 1684, Jose de Santa Teresa señalaba que había que reconocer el doctorado de Teresa porque había cursado las clases impartidas por el Espíritu en las «Academias celestiales». Santa Teresa escribe desde su experiencia, y en el libro de la Vida explica:

“Porque una merced es dar el Señor la merced,
y otra es entender qué merced es y qué gracia,
otra es saber decirla y dar a entender cómo es” (V17,5).

Su libro de texto es el «libro vivo», Cristo, la Palabra de Dios. Las clases son los momentos de oración-amistad. En su interior va comprendiendo las verdades de la Sagrada Escritura.

La oración, el núcleo de su doctrina

Teresa escribe desde su experiencia de Dios, que la hace pasar de la mentalidad inquisitorial de su época, de un Dios que atemoriza, a la mentalidad crucificada, de un Dios misericordioso y amante. Su deseo, como ella misma lo dice, es «engolosinar a las almas» para que también emprendan esta aventura interior de la amistad con Dios. Las «academias celestiales» a las que todos podemos acudir están en el pequeño cielo de nuestra alma (C28,5), en el que podemos recogernos para encontrarnos con Dios. Su experiencia brota de su interior como un manantial que no puede contenerse, la experiencia de Dios necesita ser compartida:

“Siempre está bullendo el amor y pensando qué hará. No cabe en sí, como en la tierra parece no cabe aquel agua, sino que la echa de sí. Así está el alma muy ordinario, que no sosiega ni cabe en sí con el amor que tiene; ya la tiene a ella empapada en sí. Querría que bebiesen los otros, pues a ella no la hace falta, para que la ayudasen a alabar a Dios” (V 30,19).

El video contiene la clase y un momento de oración guiada dentro de tu pequeño cielo.

Un mensaje vigente y actual

El doctorado de santa Teresa no se basa en méritos antiguos, sino que reconoce que su mensaje no se ha gastado con el paso del tiempo, sino que está vivo en el presente y tiene fuerza para animar a la Iglesia en el futuro, como lo expresó en su momento el Padre Tomás Álvarez. Teresa, que ya en su tiempo había tenido que escribir dos veces el Camino de Perfección, debido a que la primera versión fue censurada por su defensa de las mujeres, repetiría hoy en día esa defensa, como cuando aseguraba que Cisto no había aborrecido a las mujeres:

«No lo creo yo, Señor, de vuestra bondad y justicia, que sois justo juez y no como los jueces del mundo; que como son hijos de Adán, y, en fin, todos varones, no hay virtud de mujer que no tengan por sospechosa» (C4,1, autógrafo del Escorial).

 

Bibliografía:

Alvarez, Tomás (dir). Diccionario de santa Teresa de Jesús. Editorial Monte Carmelo, Burgos.

Álvarez, Tomás. Teresa de Jesús, obras completas. Editorial Monte Carmelo, Burgos, 2004.

Casas Hernández, Mariano (Coord.). Vitor Teresa. Ediciones de la Diputación de Salamanca. Salamanca, 2018.

Diego Sánchez, M.; Castro, S. Cuentas de conciencia. La otra autobiografía. Editorial de Espiritualidad. Madrid, 2013.

San José, Fray Luis de. Concordancias de las obras y escritos de santa Teresa de Jesús. 3a edición. Editorial Monte Carmelo. Burgos, 2002.

 

 

 

 

 

 

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