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Santa Teresa define a la oración como trato de amistad y nos dice que estamos llamados a ser amigos fuertes de Dios.

– Claudia Morales Cueto

Una de las características que mejor define la vida y la espiritualidad de santa Teresa es la amistad. En su juventud empieza a cambiar las costumbres aprendidas en su familia por la influencia de sus primos y amigos. Cuando su padre la interna en el colegio para alejarla de las malas influencias, es la amistad con una de las monjas la que la ayuda a recapacitar sobre el sentido y propósito de su vida. Cuando decide ser monja, elige entrar al monasterio de La Encarnación, pues ahí ya tenía una amiga, Juana Suárez. Después, cuando nos narra sus esfuerzos para vencer las distracciones y hacer oración, nos comparte que solo pudo mantenerse fiel a la oración mirándola como una relación de amistad:

Nadie tomó a Dios por amigo que no se lo pagase; que no es otra cosa oración mental, a mi parecer, sino tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama. (V8,5)

En esta breve definición santa Teresa presenta dos cualidades necesarias en la amistad: el trato a solas y el trato frecuente. Aunque los grupos son divertidos, las amistades verdaderas se dan cuando existen conversaciones auténticas, que suceden más fácilmente entre dos personas que cuando hay muchas. Un verdadero amigo nos conoce y nos acepta como somos, no tenemos que fingir con él nuestras emociones ni ponernos máscaras. Otra característica de las buenas amistades es hacernos presentes con frecuencia.

Más adelante en el libro de la Vida, cuando describe a las personas que ya han avanzado en el camino de la oración los nombra “amigos fuertes de Dios”; los invita poner su talento al servicio del Reino y responder con las leyes de la buena amistad. Desde que leí esto por primera vez me llamó la atención cuáles serían esas leyes. Aunque la santa no las enumera, podemos inferirlas de otros lugares en los que habla de la amistad.

1. Atención

Vivimos en un mundo disperso y pensamos que podemos hacer varias cosas a la vez, lo que nos lleva con frecuencia a no escuchar ni mirar a quienes nos hablan. Santa Teresa nos dice: La que no advierte con quien habla, no le llamo yo oración (1M1,7). El remedio que da es poner los ojos en Jesús, mirar que nos mira para centrar nuestra atención (V13).

2. Aceptación

Aceptar es recibir al otro sin ponerle condiciones. Requiere la humildad de asumir también quién soy yo y quién es Dios, pues a veces en la oración nos olvidamos de que Él es el Creador y nosotros somos la criatura. La aceptación abre la puerta a la inclusión y elimina bandos o grupos, que son lo que rompe la vida en comunidad. La Santa anima a la aceptación diciendo:

Aquí todas han de ser amigas, todas se han de amar, todas se han de querer, todas se han de ayudar. (C4,7)

 

3. Aprecio

Amistad en el Carmelo

Consiste en valorar lo que la otra persona aporta a mi vida. ¿Qué aprecio de todo lo que Dios me da? Para practicar el aprecio en relaciones interpersonales conviene entrenarnos en distinguir las cualidades, los talentos y las fortalezas de los otros, sabiendo que cada uno es una expresión singular de la imagen de Dios y, por tanto, lo que él puede aportar nadie lo puede suplir. Es ver las cualidades y la potencialidad de una persona, como hacía santa Teresa:

Si aman, pasan por los cuerpos y ponen los ojos en las almas y miran si hay qué amar; y si no lo hay y ven algún principio o disposición para que, si cavan, hallarán oro en esta mina, si la tienen amor, no les duele el trabajo. (C7,8)

 

4. Agradecimiento

Es frecuente que se nos olvide agradecer a quien más hace por nosotros, porque nos acostumbramos a sus atenciones o muestras de cariño; se nos hace normal, como pasa en la familia. Santa Teresa dice: Si no conocemos que recibimos, no despertamos a amar (V10,4). Ella descubrió que el amor se hace más fuerte cuando reconozco lo que el otro me ha dado y le expreso gratitud. En la oración conviene recordar todo lo que hemos recibido y seguimos recibiendo de Dios, comenzando por el don de la vida, la salud, la familia. La gratitud nos abre el corazón al darnos cuenta de que hemos recibido un regalo que no hemos merecido, como el gran amor que Dios nos tiene y el don de la salvación.

 

5. Afecto

Jesús amigo

Dado que la oración es trato de amistad, nuestros diálogos pueden ser sencillos, tiernos y afectuosos. La oración es el momento de intimidad entre Dios y cada uno de nosotros, en el que podemos expresar amor a Dios y nos dejamos amar por Él. Nos dice santa Teresa en las cuartas moradas:

No está la cosa en pensar mucho, sino en amar mucho y lo que más os llevare a amar, eso haced. (4M1,7)

El amor es el centro de la oración, porque es la esencia de la relación. La oración es la escuela en la que Dios nos enseña a amar amándonos, para que después podamos llevar el amor auténtico a todas nuestras relaciones y ambientes.

 

6. Autonomía

La verdadera amistad no condiciona la libertad, sino que la respeta. Dios respeta nuestra voluntad, nos invita a la plenitud por medio del amor, pero nos dice santa Teresa que nunca forza nuestra voluntad:

Y como Él no ha de forzar nuestra voluntad, toma lo que le damos, mas no se da a Sí del todo hasta que nos damos del todo. (C28,12)

 

En el libro Camino de Perfección, santa Teresa nos da muchas lecciones acerca del desasimiento o desapego de las personas, las cosas y hasta de nuestro propio ego, porque todo eso impide la vida con libertad y amor. La libertad es don y tarea, pues tendemos a atarnos a cosas que la impiden, como las posesiones, el qué dirán o el deseo de tener siempre la razón.

Como amistad, la oración requiere presencia y comunicación, ¿con cuál de estas leyes de la amistad quieres hacerte presente hoy?

 

 

Nota: Las ilustraciones fueron realizadas por Rosa María Fuentes (publicadas originalmente en el calendario de santa Teresa de Editorial Monte Carmelo en 2014)

 

 

 

 

 

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