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Este 15 de agosto se celebra el aniversario 453 de la fundación del monasterio carmelita descalzo en Medina del Campo. Te invito a peregrinar virtualmente a la segunda fundación de santa Teresa.

-Claudia Morales Cueto

 

Santa Teresa funda San José de Ávila, el primer monasterio carmelita descalzo, en 1562. En el libro de las Fundaciones nos dice que ahí vivió los cinco años más felices y descansados de su vida; decía que esa casa era un cielo en la tierra. En 1567, el Padre Rubeo, General de los Carmelitas, viaja a España para visitar los conventos y monasterios carmelitas. Durante su visita a Ávila, conoce el monasterio fundado por santa Teresa y ella cuenta que el Padre Rubeo «alegróse de la manera de vivir y un retrato, aunque imperfecto, del principio de nuestra orden» (F2,3). El Padre General decide que ese «principio» no se quede reducido a Ávila, sino que se multiplique en diferentes lugares de Castilla. Así, otorga a santa Teresa licencia para fundar nuevos monasterios. A los 51 años, santa Teresa tiene frente a sí la invitación de dejar la quietud y sosiego de San José de Ávila y salir a fundar comunidades contemplativas de acuerdo al modelo de ese monasterio. El primer lugar en donde lo hace es Medina del Campo.

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¿Por qué en Medina del Campo?

Medina del Campo está a 84 km de Ávila, una distancia que hoy se recorre en apenas una hora. En la época de santa Teresa el viaje se hacía en dos jornadas. De acuerdo con Efrén de la Madre de Dios y Otger Steggnick, autores el interesante libro Tiempo y vida de santa Teresa, la ruta hacia Medina era bastante conocida por la Madre Teresa, pues en el camino quedaba Gotarrendura, la propiedad familiar donde tenían tierras de cultivos y palomares, y más adelante Olmedo, donde había vivido su abuela materna.

Medina, una ciudad abierta al cambio

Medina del Campo era una ciudad de gran actividad comercial. Dos veces al año se realizaban ferias para la venta de lana, lo cual atraía compradores de todas partes de Europa. Era, por tanto, una ciudad acostumbrada a recibir extranjeros y nuevas ideas. Debido a que la familia del padre de Teresa estuvo dedicada a la venta de sedas y terciopelos, es probable que santa Teresa conociera a otros comerciantes de tela o tejidos en Medina. Además, en 1567 reside en Medina el padre jesuita Baltasar Álvarez, quien años antes había sido confesor de santa Teresa. Estas son las posibles razones por las que santa Teresa eligió esta ciudad para su segunda fundación.

Julián de Ávila, «escudero de santa Teresa»

Al narrar esta fundación, santa Teresa recuerda con gratitud a muchas personas, entre ellas al Padre Julián de Ávila, quien era capellán del monasterio de San José. Por su condición de mujer y monja, santa Teresa no podía negociar con el obispo la licencia para fundar, ni los permisos con el ayuntamiento. Julián de Ávila es quien la ayuda con todas estas negociaciones y, además, viaja con ella y las siete monjas que irán a fundar. En los siguientes años, el Padre Julián de Ávila acompañará a santa Teresa por los caminos de España para fundar numerosos monasterios y se preciará de ser «el escudero de santa Teresa».

La aventura de fundar

convento primitivo medina

Santa Teresa nos narra la historia de esta fundación en el capítulo 3 del libro de las Fundaciones. Aunque gestionó con antelación las licencias y permisos, al llegar a Arévalo, donde pasan la noche del primer día de viaje, se entera que no podrán habitar la casa que habían conseguido, debido a que los Agustinos no quieren tener enfrente unas monjas que «compitan» por las limosnas. Al narrar las decisiones y acciones que toma, santa Teresa se muestra como una líder extraordinaria, que comprende que algunas monjas, las que venían del convento de la Encarnación, pueden atemorizarse ante los problemas, y les consigue alojamiento para que esperen mientras ella y un grupito de incondicionales (el Padre Julián de Ávila, las dos monjas de San José de Ávila y la joven que quería tomar el hábito, Isabel de Fontecha), continúan al día siguiente el viaje a Olmedo y Medina. Entran en esta ciudad como unos ladrones, narra risueña, la noche del 14 de agosto de 1567. Dejan los carros afuera, para no hacer ruido, y van cargando los enseres y cosas necesarias para poder poner la capilla y celebrar la misa con la que quede inaugurado el monasterio.

Ánimo, ingenio y flexibilidad

La casa a la que llegan está en ruinas y sucia. El encargado de la casa les dice que pueden usar unos tapices para cubrir las paredes. La determinación y creatividad de santa Teresa y el pequeño grupito entra en juego:

«Yo, cuando vi tan buen aparejo, alabé al Señor, y así harían los demás; aunque no sabíamos qué hacer de clavos ni era hora de comprarlos. Comenzáronse a buscar de las paredes; en fin, con trabajo, se hallo recaudo. Unos a entapizar, nosotras a limpiar el suelo, nos dimos buena prisa, que cuando amanecía, estaba puesto el altar, y la campanilla en un corredor y luego se dijo la misa. Esto bastaba para tomar posesión» (F3,9).

Medina del Campo, un lugar de entrañables recuerdos teresianos

Escuchar a la comunidad de Medina narrar los recuerdos de la fundación es como escuchar una historia de familia, con anécdotas entrañables y divertidas. Las hermanas comunican amor, sencillez, humildad y espíritu de oración: son alegres y santas, como quería santa Teresa.

La comunidad de Medina del Campo mantiene vivo el recuerdo de que, como la casa estaba en ruinas, santa Teresa se levantaba por la noche y vigilaba por esta ventanita que nadie se robara el Santísimo Sacramento.

Este es el locutorio donde se conocieron santa Teresa y san Juan de la Cruz. Aunque estaba ocupada con la fundación de este convento, ya tenía la licencia para fundar dos conventos de frailes y busca quienes quieran unirse a su proyecto.

Santa Teresa dormía en la celda más cercana a la puerta del monasterio, para no despertar a nadie cuando tenía que salir de Medina hacia Ávila o, posteriormente, hacia otras fundaciones. Actualmente esa celda es una capilla dedicada a la Santa. Las hermanas de Medina tenían la tradición de ponerle una escoba en las manos el 14 de agosto, para recordar que para poder fundar habían tenido que limpiar y adecuar el espacio, y el 15 al amanecer jugaban a ver quién llegaba primero a quitarle la escoba a santa Teresa.

El monasterio vivia de limosnas y se llevaba una cuenta clara de las entradas y los gastos. Las anotaciones y la firma en estas páginas es de puño y letra de santa Teresa.

En Medina conservan en un relicario el breviario o libro de oraciones de santa Teresa de Jesús.

La «cifra de la muerte» es una revelación que tuvo santa Teresa de cuándo iba a morir. Este escrito se conserva en el pequeño museo del monasterio de Medina del Campo.

Para saber más:

Álvarez, Tomás. Santa Teresa, obras completas. Editorial Monte Carmelo. Burgos, 2004.

Madre de Dios, Efrén de la; Steggink, Otger. Tiempo y vida de santa Teresa. BAC. Madrid, 1996.

Morales Cueto, Claudia; Castro Yurrita, Enrique. De bien en mejor. Editorial Santa Teresa. México, 2012.

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