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Hay cuatro maneras de regar este huerto: son cuatro formas de orar.

Claudia Morales Cueto

Santa Teresa redacta el Libro de la Vida para que los teólogos que la asesoran puedan entender lo que ha pasado en su vida y las mercedes que ha recibido de Dios, especialmente las gracias místicas. Es una escritora que siempre tiene presente a su receptor, por eso su estilo es directo. Debido a la dificultad de comunicar las experiencias místicas, y para que las comprendan quienes no las han recibido, trata de hacerse entender a través de comparaciones y símbolos, como el huerto, las flores, el agua… que emplea en los capítulos 11 a 22 del libro de la Vida. En este tratadillo, habla de cuatro grados de oración por los que Dios ha llevado su alma, que representa con cuatro maneras de regar el huerto. Ella dice que Dios ha puesto a su alma en estos grados «por su bondad».

Símbolo Significado
Huerto o jardín El alma
Dueño del huerto Dios, el Señor
Agua La vida, la gracia
Riego La oración
Hortelano Orante
Flores Las virtudes
Malas hierbas Los vicios
Frutos Lo que podemos aportar, a partir de nuestras virtudes, para el Reino
Aflojar la tierra Son los trabajos de la vida, que nos ayudan a recibir mejor la semilla de las virtudes y el agua.

Me era gran deleite considerar mi alma un huerto y al Señor que se paseaba en él (V 14,9).

De varias maneras, santa Teresa nos dice en sus escritos que Dios habita en nosotros, que lo busquemos dentro. Nos cuenta que al principio de su vida de oración, disfrutaba de comparar su alma con un huerto y que el Señor paseaba en él, por eso quería que aumentara el olor de las florecitas de virtudes y quitar las hierbas malas: las actitudes y conductas que la alejaban del Señor.

Nuestra maestra dice que comenzar a hacer oración es empezar a ser siervos del Amor, pues el amor es lo que Jesús vino a enseñar para cambiar nuestras vidas. Los comienzos son difíciles, el terreno está árido, hay mucha maleza, pero conviene tener en cuenta que no trabajamos en este huerto para nuestro gusto, sino para que Jesús pueda deleitarse en él. La recomendación es perseverar y tener gran confianza. A quienes quieren ir por este camino, Dios siempre le da quien vaya en su compañía.

Primer grado de oración: El pozo

Pozo

Los que comienzan a tener oración, son los que sacan agua del pozo, con mucho trabajo. (V 11,9)

La comodidad de tener agua corriente en nuestras casas hace que ya no tengamos que ir al pozo, como quizá todavía lo hicieron nuestros abuelos o bisabuelos. Pero podemos imaginarlo: hay que caminar con las cubetas o recipientes, bajar el balde a la orilla del agua y luego subirlo, con esfuerzo, porque una vez lleno está pesado. Después hay que acarrear el agua a la casa o, en este caso, al huerto. Hay que ir todos los días, pues si no las plantitas se secan. A veces las condiciones para ir al pozo quizá no sean las mejores: estamos cansados, hace mucho calor o frío, tenemos algo más divertido qué hacer. Pero si no vamos, lo poquito que existe en el huerto se puede secar. Así es la oración, hay que ir diario a ella, a pesar de nuestro cansancio, de tener muchas cosas qué hacer, de las distracciones… En el primer grado de oración, cuesta trabajo recogerse, tener quietud, ponerse en la presencia de Dios. Pero esa agua es la que nos sustenta, el agua viva que quita la sed. En este modo de oración ascética, lo que ayuda es meditar la Palabra y considerar nuestra propia vida, a la luz de Dios.

Segundo grado de oración: La noria

Molino de agua

El segundo modo de sacar agua es con un torno y arcaduces, para que el hortelano saque más agua, con menos trabajo. (V 14,1)

En el segundo grado de oración, que también se conoce como oración de quietud, el orante recibe gracias que le ayudan a fortalecer sus virtudes, a enamorarse más de Dios y a perseverar en el camino. Esta es el agua que da el dueño del huerto por medio del torno o la noria, para que el hortelano no tenga que esforzarse tanto. Santa Teresa nos recuerda que hay que agradecer que todo nos es dado de Dios; no podemos obtener estas gracias por nuestros esfuerzos, nuestros méritos o nuestras obras. La voluntad es cautiva de quien ama, de Dios, quien desea también que entendamos que nos entiende, que no necesitamos mensajeros para hablarle. Si acaso equivocamos el camino, lo que tenemos que hacer es regresar a la oración, en donde obtendremos fortaleza y arrepentimiento para seguir adelante.

Tercer grado de oración: El río

Agua de río

La tercera agua con que se riega esta huerta es agua corriente de río o de fuente… casi el Señor es el hortelano y el que hace todo (V 16,1).

En el tercer grado de oración, casi todo el trabajo lo hace el dueño del huerto, que ha puesto el río, aunque todavía tiene que esforzarse un poco el hortelano. Santa Teresa llama a este modo de oración sueño de potencias, que es el resultado de sentir el gran amor de Dios y que hace que el alma quede desatinada, embriagada de amor o con locura celestial, como dice nuestra maestra. De este deleite o gozo participa también el cuerpo. Lo que el hortelano tiene que hacer es dejarse del todo en las manos de Dios; estar en actitud receptiva. Experimentar este gran amor hace que el orante se desborde en alabanzas a Dios y quisiera tener con quien compartir esta alegría. Señala también la santa que conviene ir acompañado en este camino, tener con quien compartir, apoyarse, animarse y desengañarse o decirse qué se puede enmendar, siempre con amor y cuidado de que sea para el bien del otro.

Cuarto grado de oración: La lluvia

lluvia

El cuarto grado es esta agua que viene del cielo, para con abundancia henchir y hartar todo este huerto de agua (V 18,9).

La lluvia en poco tiempo moja toda la tierra y da el agua que necesitan las sedientas plantas, sin que el hortelano haga nada. Sin embargo, no debe descuidarse, pues cuando no llueva debe procurar los otros tipos de agua para regar el huerto. Esta lluvia de gracia es puro don, el hortelano no puede hacer nada para provocarla; sólo puede recibirla. El orante no desea hacer otra cosa, sino la voluntad de Dios; tiene un gran deseo de contentarlo y no ofenderlo. En este cuarto grado se llega a la oración de unión, en la que el alma se hace una con Dios, como el pequeño río que desemboca en el mar. El alma goza con lo que Dios le comunica y mientras más crece en el orante el amor y la humildad, mayor olor dan las flores de las virtudes.

Para saber más:

Morales Cueto, C.; Castro Yurrita, E. Vida que transforma vidas. Flor de Letras, México, 2018.

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