Es muy diferente creer en la Trinidad, que tener la experiencia de que Ella se revele morando en el centro del alma, como lo vivió santa Teresa de Jesús.
Claudia Morales Cueto
Con frecuencia, quienes se acercan a los libros de santa Teresa para aprender de ella acerca de la oración, piensan que por ser santa entendía los misterios de Dios sin dificultad y vivía de manera angelical. Sin embargo, leer el libro de la Vida o de las Fundaciones nos muestra a una mujer determinada por seguir en el camino de la oración-amistad con Dios, pero con dudas, preguntas, incomprensiones por parte de los confesores y asesores espirituales… Al experimentar la unión con Dios comprende una cosa: que la razón no es suficiente para entender estos misterios, pero la voluntad siempre puede amar (V18).
El libro de la Vida muestra su proceso de transformación personal: de ser una monja bien intencionada, pero un poco del montón, a una mujer comprometida de fondo con hacer presente el reino de Dios en la tierra. Este proceso de transformación se da al descubrirse profundamente amada por Dios, sin importar que ella a veces le sacara la vuelta a esa relación. Teresa señala que Dios nunca la soltó de su mano, –aunque ella quisiera zafarse– y que miraba y remiraba como tornarla a sí.
El proceso de cambio en Teresa se muestra también con las imágenes de Dios con las que ella se relaciona. Al principio, cuando niña, se relaciona principalmente con Dios Padre, el creador, el que puede dar gloria o infierno “para siempre, siempre, siempre”. Cuando joven, descubre a Jesús el Maestro. La marca la frase del evangelio pronunciada por Jesús: “Muchos son los llamados y pocos los escogidos”. Aprende de los libros que le regala su tío Pedro la oración de recogimiento y para recogerse e interiorizar le ayuda meditar en la Pasión de Cristo. Poco a poco Jesús Maestro se va convirtiendo en compañero de vida, amigo, enamorado y finalmente esposo. Así lo vive hasta sus últimos días, cuando escribe a su amigo y confesor Alonso Velázquez, obispo de Osma, en mayo de 1581: “Lo de las visiones imaginarias ha cesado; mas parece que se anda esta visión intelectual de estas tres Personas (la Trinidad) y de la Humanidad, que es a mi parecer, cosa muy más subida” (CC68,3).
Dios regala la experiencia de Su misterio
Dentro de las experiencias que narra en el libro de la Vida presenta la de vislumbrar el misterio de la Trinidad. Ella no lo entiende por sus razonamientos personales, es una merced, un don: “Pone el Señor lo que quiere que el alma entienda, en lo muy interior del alma” (V27,6). No se obtiene con esfuerzo mental ni por méritos: “No hay más que hacer que gozar, como uno que sin haber trabajado nada para saber leer ni tampoco hubiese estudiado nada, hallase toda la ciencia sabida ya en sí” (V27,8). Uno de los misterios que Dios le revela, y ella recibe como muestra de gran amistad y amor, es el de la Santísima Trinidad (V27,9). Teresa queda tan segura de esta presencia de Dios Trinidad que podría discutirlo con cualquier téologo.
Sumergida en Dios, absorta en Él
Es hasta once años después, en 1571, que el crecimiento de intimidad con Dios en la vida y la oración le ayuda a acoger de manera más profunda y consciente la presencia de la Trinidad en ella:
La imagen de la esponja es muy sugerente. Dentro del mar, la esponja está llena del agua salada por todos sus poros: el mar está en ella, pero ella misma esta dentro del océano. Ella no puede encerrar todo el mar dentro de sí, pero puede estar embebida de mar, dentro del mar mismo. Dios es más inabarcable que el mar, podemos nosotros embebernos de Él y gozar de su presencia, sin tratar de encerrarlo en nosotros, sino sumergiéndonos en Él.“… como yo estaba mostrada a traer sólo a Jesucristo, siempre me parece hacía algún impedimento ver tres Personas –aunque entiendo es un solo Dios–, y díjome hoy el Señor, pensando yo en esto, que erraba en imaginar las cosas del alma con la reprsentación de las del cuerpo; que entendiese que era muy diferente y que era el alma capaz de gozar mucho.
“Parecióme se me representó como cuando en una esponja se incorpora y embebe el agua. Así me parecía mi alma que se henchía de aquella divinidad y por cierta manera gozaba en sí y tenía las tres Personas.
“También entendí: No trabajes de tenerme a Mí encerrado en ti, sino de encerrarte tú en Mí.
“Parecíame que dentro de mi alma –que estaban y y veía yo a estas tres Personas– se comunicaban a todo lo criado, no haciendo falta ni faltando de estar conmigo (CC17,1-4).
Habitada por la Trinidad
En 1577, cuando escribe las Moradas, santa Teresa ubica esta gracia en las séptimas moradas, las de la unión permanente o matrimonio espiritual. Por visión intelectual, es decir, por una percepción espiritual interior que deja grandísima certeza, Dios revela a la persona a la Santísima Trinidad, de manera que “lo que tenemos por fe, allí lo entiende el alma” (7M1,6). Las Personas de la Trinidad no sólo se revelan, sino se comunican con ella:
“Aquí se comunican todas tres Personas, y la hablan, y la dan a entender aquellas palabras que dice el Evangelio que dijo el Señor: que vendría a Él y el Padre y el Espíritu Santo a morar con el alma que le ama y guarda sus mandamientos” (7M1,6).
Santa Teresa expresa su asombro, pues es muy diferente creer en la Trinidad, que tener la experiencia de que Ella misma se revele morando en el centro del alma, y cómo con esta comunicación descubre que siempre ha sido persona habitada por la Trinidad, lo que también ocurre en cada uno de los seres humanos: “nunca más le parece que se fueron de con ella” (7M1,7).
Como mencionó antes, este regalo no viene con suspensiones o arrobamientos, sino que permite a la persona estar más despierta para el servicio de Dios “y en faltando ocupaciones, se queda con aquella agradable compañía; y si no falta a Dios el alma, jamás Él la faltará, a mi parecer, de darse a conocer tan conocidamente su presencia” y anda con más cuidado que nunca para “no le desagradar en nada” (7M1,8).
“Y así fue, que en todo se hallaba mejorada, y le parecía que por trabajos y negocios que tuviese, lo esencial de su alma jamás se movía de aquel aposento” (7M1,10).
Llevar a la vida
Dios permitió a santa Teresa descubrirse con claridad y certeza como morada de Dios. Te invitamos a que esta semana tengas presente este pequeño cielo que está dentro de ti, donde la Santísima Trinidad siempre te habita. O puedes recordar la imagen de la esponja, embebida de mar dentro del océano mismo. Este conocimiento lleva a santa Teresa a un mayor deseo de comunión, que se realiza a través de obras y pequeños servicios.
- ¿De qué manera deseas disponerte esta semana, con una obra concreta, a servir a Dios en el prójimo?
Para saber más:
Diego Sánchez, M; Castro Sánchez, S. Cuentas de conciencia. La otra autobiografía. Editorial de Espiritualidad. Madrid, 2013.
Morales Cueto, C.; Castro Yurrita, E. Vida que transforma vidas. Flor de Letras, México, 2018.
Morales Cueto, C; Castro Yurrita, E. Entra como puedas. Editorial Santa Teresa, México, 2013.
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