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Las quintas moradas muestran varios símbolos que representan cómo el amor de Dios transforma a la persona: la metamorfosis del gusano, que después de encerrarse en el capullo se convierte en mariposa; el sello que marca la cera; y la mirada de Dios que deja revestida al alma de su hermosura original.

-Claudia Morales Cueto

Dicen que nos hacemos a la forma de nuestra pareja o de nuestros amigos. Todo el castillo de muchas moradas por el que nos guía santa Teresa es un proceso de amistad creciente con Dios que nos transforma para vivir desde el amor, a la manera de Cristo. De esto trata especialmente en las quintas moradas.

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La espiritualidad como camino

Camino espiritual

Muchas tradiciones comparan el proceso espiritual con un camino. El padre carmelita John Welch emplea este símbolo en su libro Peregrinos espirituales, en el que analiza por medio de la psicología junguiana los símbolos de Las Moradas y explica el proceso de la individuación cristiana, un movimiento hacia plenitud del individuo a medida que se profundiza la unión con Dios. Desde que lo leí por primera vez el título me pareció inspirador: estamos permanentemente en camino, en búsqueda de lo sagrado, en movimiento.

La búsqueda de lo sagrado

Ken Pargament, uno de los psicólogos contemporáneos que se ha dedicado a estudiar el tema de la espiritualidad la define así, como la búsqueda de lo sagrado (1999). De acuerdo con Chris Peterson y Martin Seligman (2004), la espiritualidad como fortaleza de carácter tiene los siguientes elementos:

  • Una creencia en poderes que son trascendentes y suprahumanos.
  • Un interés en los valores y su búsqueda, entre ellos la búsqueda del bien.
  • El enfoque en las conductas, actitudes y experiencias que son consistentes con estos valores.

La búsqueda de lo sagrado es un proceso personal. No hay un solo camino, sino que hay tantos caminos como personas. En el caso del cristianismo este proceso y este camino es personal, pero requiere de aprender a vivir en comunidad, pues es un proceso de aprender a amar.

El proceso de búsqueda

búsqueda espiritual

Pargament establece cuatro etapas en la búsqueda de lo sagrado:

1. Descubrimiento

2. Conservación

3. Transformación

4. Integración

Esta búsqueda emplea todos los procesos psicológicos de la persona, como su capacidad de atención, su capacidad de amar y ser amado, la creatividad, la humildad, la razón, el perdón, la esperanza, su sentido de vida. Es una búsqueda que involucra la totalidad de la persona.

1. Descubrimiento (1M)

Por lo general la búsqueda de lo sagrado comienza en la niñez. La cultura y la familia pueden influir en la forma en la que se presente o no esta búsqueda. Muchas personas desde que son pequeñas se preguntan por la creación del mundo, el sentido de la vida o lo que hay después de la muerte. Otras llegan a estas preguntas después o en un momento de adversidad. Son preguntas a las que generalmente se vuelve muchas veces en la vida. Lo sagrado es insondable.

Santa Teresa se hacía estas preguntas desde pequeña, como lo cuenta en el libro de la Vida:

Espantábanos mucho decir que pena y gloria era para siempre… y gustábamos decir muchas veces: ¡Para siempre, siempre, siempre!” (V1, 4).

2. Conservación (2M, 3M)

Durante la etapa de conservación la persona se pregunta cómo desarrollar, mantener y profundizar su relación con lo sagrado. En el libro de la Vida, santa Teresa se sincera con nosotros y nos muestra como el sistema de creencias y los rituales del catolicismo le ayudaron muchas veces, pero otras más tuvo que ir creando nuevos hábitos, o consultar a amigos y asesores espirituales para mantenerse en relación con Dios. En el libro de Las Moradas, esta etapa corresponde principalmente a las segundas y terceras, en las que la persona necesita hacer uso de su autorregulación, perseverancia y humildad para pasar de tener oración en un momento puntual del día, a vivir todo el día (y la noche) en relación con Dios.

En esta etapa santa Teresa aprende formas de orar que la ayudan en su proceso personal, como la oración de recogimiento, equiparar la oración a un trato de amistad, imaginar a «Jesucristo dentro de mí presente». Hace uso de esa palabra muy suya: la determinación.

3. Transformación (4M, 5M)

transformación

En las cuartas moradas se da un cambio en la oración. La relación con Dios deja de estar basada en la razón o el pensamiento, y pasa a fundarse en el afecto. En las cuartas moradas Dios le regala a la persona el ensanchamiento del corazón, lo prepara para amar más y mejor.

Al comenzar las quintas moradas, santa Teresa enfatiza que en todo el proceso es imprescindible la práctica de las virtudes, especialmente de la humildad, el desasimiento y el amor. Escribe:

“En cuanto a lo exterior vamos bien para llegar a lo que es menester; en las virtudes para llegar aquí, hemos menester mucho, mucho, y no nos descuidar ni poco ni mucho” (5M1,2).

De acuerdo a Pargament, desde el punto de vista psicológico la transformación se da cuando el crecimiento de la persona y la adversidad cuestionan el sistema de creencias y los rituales. Esto hace que sea necesaria una internalización de los valores y una maduración de la experiencia. Esto podemos relacionarlo con lo que santa Teresa enseña, pues aunque la transformación de las quintas moradas es también una gracia mística, es necesario que estemos dispuestos a recibirla, lo que se muestra en la práctica de las virtudes y, especialmente, viviendo de acuerdo al mandamiento del amor:

“La verdadera unión se puede muy bien alcanzar, con el favor de nuestro Señor, si nosotros nos esforzamos a procurarla, con no tener la voluntad atada sino con lo que fuere la voluntad de Dios” (5M3,3).

El cambio es notable

Santa Teresa menciona este proceso muchas veces en sus obras, maravillándose del cambio. Por ejemplo, en el capítulo 23 (1) de su autobiografía, al retomar la narración de su vida expresa:

«Es otro libro nuevo de aquí (en) adelante, digo otra vida nueva; la de hasta aquí era mía; la que he vivido desde que comencé a declarar estas cosas de oración, es que vivía Dios en mí… porque entiendo yo era imposible salir en tan poco tiempo de tan malas costumbres y obras. Sea el Señor alabado, que me libró de mí».

De gusano a mariposa

El gusano es la persona con su inmenso potencial para transformarse y también con las flaquezas propias de la condición humana. Crece en las tres primeras moradas, cuando descubre que es posible comunicarse con Dios, acepta la invitación de Jesús a seguirlo y lo toma por Maestro. El proceso de transformación, es decir, de tejer el capullo, comienza cuando “con el calor del Espíritu Santo se comienza a aprovechar del auxilio general que a todos nos da Dios” (5M2,3)

Encerrarse en el capullo, que es Cristo, es meditar la Palabra, dedicar un tiempo diario a la oración, vivir una vida nueva a partir de los criterios evangélicos. De la oscuridad del capullo, surge una nueva criatura. El gusano que necesita arrastrarse para moverse, se convierte en una bella y ligera mariposa, con la capacidad de volar. Es importante notar que el gusano ya tiene dentro de su adn la capacidad de convertirse en mariposa. Es la misma criatura, pero su identidad y su manera de vivir han cambiado. La persona misma se sorprende de este cambio:

“Las virtudes quedan ahora más fuertes que en la oración de quietud pasada, que el alma no las puede ignorar, porque SE VE OTRA y no sabe cómo” (V17,3).

El gusano tiene que morir

En las terceras moradas, con la práctica de la humildad, el orante comenzó a renunciar a sus comportamientos egocéntricos. En las quintas moradas se rinde por completo ante el Dios del Amor y le regala su voluntad: sólo quiere lo que Él quiera. Dios ordena en ella el amor, como un mandamiento y como una gracia que le permite ordenar interiormente sus afectos y poner en primer lugar a Dios, de quien proviene todo el amor. Así nace la mutualidad, o el deseo de agradar a Dios en todo, especialmente en el amor al prójimo, que es donde puede mostrarse el amor a Dios.

“La más cierta señal que, a mi parecer, hay de si guardamos estas dos cosas, es guardando bien la del amor al prójimo, porque si amamos a Dios no se puede saber…” 5M3,8

El mirar de Dios es amar

Otra forma en la que santa Teresa expresa la transformación completa del orante es por medio de «las vistas». El Rey del castillo de las moradas viste de hermosura al alma enamorada de Él: devela la belleza original de la persona, la perfección con la que fue creada a imagen de Dios y que antes quedaba oculta por el pecado. De esta forma la prepara para entrar a las sextas moradas, en las que se dará el proceso de integración.

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Conoce más acerca de las quintas moradas

Lee el libro de Las Moradas.

Referencias

Morales Cueto, Claudia; Castro Yurrita, Enrique (2013). Entra como puedas. México: Editorial Santa Teresa. Cómpralo aquí.

Peterson, C,; Seligman, M.E.P. (2004). Character Stenghts and Virtues. A Handbook and Classification. Nueva York: American Psychological Association, Oxford University Press.

 

 

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