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No despreciemos los pequeños esfuerzos, son como una semilla de la que pueden crecer grandes cosas. Recordemos que “como hagamos lo que pudiéremos, hará su Majestad que vayamos pudiendo cada día más y más” (4M4,15).

Claudia Morales Cueto

Escribo en este momento sintiéndome impotente por los incendios que arrasan la Amazonía…

…y no solo eso, sino también por la crisis de migrantes, tanto en la frontera entre México y Estados Unidos, como en el Mediterráneo…

…y no solo eso, también me preocupa que según la ONU cada 24 horas son asesinadas 6 mujeres en México…

…y no solo eso, como en el siglo XVI, cuando vivió santa Teresa, en el siglo XXI, el nuestro, la Iglesia también está en crisis.

Son tantas cosas, que siento que no puedo hacer nada y me empieza a embargar la desesperanza. Pero antes deslizarme por ese tobogán del que puede ser difícil remontar, recuerdo en este aniversario de la fundación de San José de Ávila que santa Teresa tampoco tenía muchos recursos para ser colaboradora del reino de Dios, pero puso su poco.

La idea de fundar este monasterio surge de una manera un poco informal, al calor de una conversación entre amigas. Es María de Ocampo (después, María Bautista en el Carmelo), hija de unos primos de santa Teresa, quien pone sobre la mesa la idea de hacer un monasterio descalzo, es decir, más austero y dedicado a la oración (V32,10). Santa Teresa ya tenía la inquietud de hacer algo por Dios, pues como ella misma dice, “siempre está bullendo el amor y pensando qué hará” (V28,19).

Antes de cambiar todo el mundo, se requiere la transformación personal

santa teresa escribe

En su camino vital, santa Teresa se fue descubriendo perdonada y profundamente amada por Dios. De su gratitud nació el deseo de corresponder con lo que ella podía: mejorar su propia vida. No se imagina fundadora, sino que narra: “Pensaba qué podría hacer por Dios. Y pensé que lo primero era seguir el llamamiento que Su majestad me había hecho a religión, guardando mi Regla con la mayor perfección que pudiese” (V32,9).

¿Cuál es tu vocación? ¿De qué manera puedes vivir mejor el llamado que Dios te hace? ¿Cómo puedes seguir mejor el estilo de vida que propone el Evangelio?

Antes de cambiar el mundo, es preciso ser comunidad

Para vivir de acuerdo a las enseñanzas de Jesús, es necesario practicar en la vida cotidiana el mandamiento del amor. El convento de la Encarnación estaba formado por casi 200 monjas, algunas con vocación auténtica, pero otras habían llegado ahí para refugiarse de una situación de necesidad económica o familiar, como la soltería o la viudez. Dentro de la reforma personal que Teresa va realizando poco a poco, la práctica generosa del amor cotidiano se convierte en prioridad. Cuando funda el pequeño convento de San José, establece normas que favorecen la equidad y la inclusión, así como la pobreza y la humildad como caminos de libertad para poder vivir como una familia, como verdaderas hermanas, de acuerdo al mandamiento del amor, como lo enseña en el Camino de Perfección. Su motivación principal es hacer algo por la Iglesia, pero no puede hacerlo sola, se requiere ser comunidad.

¿Cuáles son los sueños que compartes con tu familia? ¿Quién te apoya? ¿Cómo son las relaciones con tu familia y tus amigos? ¿Cómo practicas la equidad? ¿Cómo vives la invitación a practicar la pobreza, la humildad y el amor?

Para cambiar el mundo, no es necesario acumular, sino renunciar

La publicidad nos dice lo contrario: tenemos que comprar, consumir, gastar. Pero hoy más que nunca estamos viendo la necesidad de reducir el consumo, no solo de plásticos, sino de electricidad, gasolina, ropa, alimentos procesados… Como individuos, no necesitamos dinero para reducir la contaminación o trabajar para mitigar el cambio climático, sino DESPERTAR, hacer consciencia, y empezar a renunciar a la comodidad de comprar y comprar que tiene como consecuencia la generación de basura y contaminación. La pobreza, que santa Teresa eligió como signo de libertad y confianza en Dios, es también hoy una invitación a rechazar y reducir el consumo para cuidar con pequeñas acciones nuestros pueblos, ciudades, países y, finalmente, el planeta entero.

¿A qué puedes renunciar? ¿Cómo puedes comprometerte a rechazar los plásticos de un solo uso, a reducir las compras, a compartir lo que tienes? ¿Qué tanto reciclas? ¿Pones en común lo que tienes? ¿Cómo practicas la generosidad?

Para cambiar el mundo, es necesario practicar la esperanza

Monjas carmelitas con pandero

Comencé diciendo que me sentía desesperanzada por situaciones en las que siento que no puedo hacer nada. Pero recordé que santa Teresa comenzó su primer convento con escasos recursos, trabajando por varios años para hacerlo realidad, pero siempre mantuvo su confianza en Dios y la esperanza de que la fundación sería una realidad. El Señor le había prometido que este convento “sería una estrella que diese de sí gran resplandor” (V32,11), pero cuando ella empieza a confundirse con tantas dificultades también le recuerda: “Ya te he dicho que entres como pudieres” (V33,12).

Santa Teresa tenía la visión de un pequeño castillo de oración para servir a la Iglesia, y tanto ella como las cuatro primeras monjas con las que inició esa fundación el 24 de agosto de 1562, pusieron todo su empeño y amor, se comprometieron vitalmente con este propósito, con toda la confianza en Dios, el verdadero Fundador. Gracias a ellas y a todas hermanas y hermanos que mantienen vivo este legado, la luz de esta estrella sigue brillando en el firmamento de la Iglesia.

¿Cuál es tu propósito? ¿Por qué apostarías tu vida? ¿A qué te comprometes? ¿Cuál es el legado que quieres dejar y con quién lo construyes? ¿Cómo está tu confianza en Dios?

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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